lunes, 24 de noviembre de 2014

San Martín

El folklore de San Martín, está caracterizado por abundancia de cantos y leyendas que se entonan durante las festividades patronales. Sus bailes tradicionales más representativos son la pandilla y la marinera selvática, así como la tahuampa baile. En cuanto a la artesanía, se realizan trabajos en cerámica fina, confección de sombreros, cestas y canastillas, collares y tallado en madera.




Carnaval de Rioja

La bella ciudad de Rioja es considerada la capital del carnaval sanmartinense y por qué no decir, de toda la selva peruana.

En San Martín, el carnaval riojano es una de las festividades más destacadas del folklore regional y se celebra entre los meses de febrero y marzo; pues depende estrictamente de la programación anual de la cuaresma del calendario católico, ya que el carnaval es la gran festividad para que el pueblo pueda expresarse libremente de toda clase de goces y diversiones, justo antes del miércoles de ceniza.

Es una de las celebraciones más pintorescas, arraigadas y esenciales de la amazonía peruana. En Rioja, una de las ciudades con más personalidad y tradición entre los pueblos del oriente peruano, existe una versión propia de los carnavales que no se parece a ninguna otra, y que sin embargo tiene el corazón de todos los carnavales del mundo.




Para esta festividad, todo el pueblo se alista. Las instituciones y los barrios empiezan a preparar sus comparsas, los vecinos sus calles, patios y jardines para recibir a las visitas con bocaditos, comidas y tragos típicos. Se organizan comisiones de trabajo, se contrata grupos de música típica, se forma equipos para el parado y adornado de las coloridas e imponentes yunsas ataviadas con cintas, serpentinas, globos, banderines, y un sin número de regalos.




Carnaval de Lamas

El carnaval Lamista es una fiesta popular que se celebra en la provincia de Lamas, se juega especialmente los domingos, a través de pandillas, bailes de disfrazados, quienes en comparsas recorren las calles del pueblo, acompañados de una banda típica y por una muchedumbre de acompañantes entre chicos y grandes, quienes portando globos, baldes y lanza chorros con agua, provocativamente mojan a todas las personas que encuentran a su paso. Se ha generalizado en la actualidad el uso de todo tipo de líquidos para el juego, sean pinturas, aceite quemado, añil, agua de lluvia, betún, grasa, etc. Las comparsas de disfrazados están acompañados del Carnavalón y de la Vaca loca, personajes que dan una peculiaridad a esta fiesta tradicional Lamista.




miércoles, 19 de noviembre de 2014

Ucayali

Los shipibo-conibo

El grupo étnico de los shipibo-conibo, de la familia lingüística pano, se encuentra ubicado a lo largo del río Ucayali y afluentes, como el Cushabatay, Pisquis, Aguaytía, Bajo Pachitea, Maqui, Cashiboya, Roaboillo, Callería, Tamaya y Sheshe, en territorios ucayalinos y loretanos.

Se considera que el territorio conibo se inicia río arriba de Pucallpa, pasando Masisea, y el de los shipibos río abajo; pero en realidad hay comunidades de ambos grupos en las dos zonas. El territorio shipibo tiene una superficie de aproximadamente 15 mil m2, ubicándose la mayor parte en la formación ecológica denominada bosque seco tropical por Joseph Tossi, ocupando una extensa área de baja elevación entre Contamana (extremo sur de Loreto) y Bolognesi (zona centro-sur de Ucayali), en la hoya del río Ucayali; los terrenos más elevados, en cambio, permanecen en la formación bosque húmedo tropical.

Tradicionalmente, los shipibo-conisbo han ocupado las zonas elevadas de las tierras bajas, porque les permitían estar cerca del río, importante vía de comunicación y fuente de sustento, mantener sus viviendas a salvo de las inundaciones y disponer de las tierras enriquecidas por los depósitos de fango que dejaban las inundaciones.

Su economía está basada en la explotación de los recursos del bosque dirigida al autoconsumo, manteniendo un uso restringido de los suelos para la agricultura en pequeña escala, actividad que es complementada con otras fuentes de recursos como la pesca, la caza y la recolección. Los principales cultivos temporales son el maíz, la yuca, el arroz, el frijol y el zapallo, perdurando hasta la actualidad el uso del "tacarpo", instrumento agrícola tradicional para hacer agujeros en el suelo.

Estas comunidades presentan tres modalidades básicas de asentamiento, ya sea en torno a una plaza, dispersas en un territorio, o combinando las dos primeras formas. En todo caso, la limitación de recursos del bosque tropical impide concentraciones mayores a 250 habitantes.

Su organización social y política gira en torno a un jefe elegido por la comunidad tomando en cuenta la fuerza de su personalidad y otras cualidades de liderazgo.

Antiguamente estas comunidades habitaban en grandes casas comunales, mas en la actualidad la mayoría son unifamiliares, construidas por el padre de familia con la ayuda de sus hijos, utilizando las maderas del lugar; la influencia de los pueblos mestizos, sin embargo, está introduciendo nuevos materiales, como planchas de calamina y maderas cortadas.

Los trajes masculinos de uso diario evidencian una total occidentalización, en tanto que la vestimenta femenina mantiene sus características étnicas. Sólo durante sus festividades es donde todos vuelven a lucir los trajes tradicionales: shintonte (falda artesanal con un ruedo de semillas y/o cascabeles), cotón (blusa, adoptada por influencia de los misioneros), pañuelo sobre la cabeza y multitud de collares de semillas las mujeres, y los hombres el tari (larga túnica de algodón) y pulseras de dientes de mono. 

Ambos sexos se pintan la cara y las extremidades con unos preparados a base de achiote (rojo) y de un fruto llamado huito (negro azulado).




Los rituales del ayahuasca

Como en casi todas las etnias de la amazonía, el ayahuasca juega un papel fundamental en los rituales mágicos y de medicina tradicional a cargo de curanderos y brujos; la planta es utilizada para encontrar el origen del dolor o la enfermedad, y así poder buscarle un remedio apropiado.

No se sabe exactamente cuándo ni en qué circunstancia se empezó a usar el ayahuasca; lo que sí se ha observado es que los nativos americanos descubrieron prácticamente la totalidad de plantas psicotrópicas. Es de suponerse que, empujado por la necesidad de conseguir alimento, el hombre primitivo probó las diferentes plantas, flores, tubérculos y frutos, así como la carne de los animales que podía cazar, y descubrió los diferentes efectos que cada planta o animal le producía, aprendiendo de este modo a distinguir las plantas alimenticias de aquellas con otras propiedades.

Posteriormente surgieron creencias religiosas y mitologías; con ello los rituales se multiplicarían, quedando reservados al jefe de la tribu o al hechicero. Este último es el encargado de transmitir de una generación a otra la amplia información sobre los dioses tutelares y sus poderes, los ritos que hay que practicar en su honor, los castigos que infligen, etc.

Y es probable que, durante la ingesta accidental de alguna planta alucinógena, el hombre haya tenido la oportunidad de "ver" a sus dioses y hablar con ellos, según las normas ideadas por la tribu. Así, la planta se convirtió en elemento indispensable para la práctica ritual y mágica; incluso en algunas culturas se les rendía homenaje (y aún culto) a estas plantas por considerarlas sagradas.

La planta alucinógena concede "poderes sobrenaturales" a quien la ingiere y lo hace capaz no sólo de ver a los dioses, sino también de tener visiones sobre el futuro y hacer predicciones. Gracias a la alucinación el hechicero puede satisfacer el deseo de dominar a la naturaleza y convertirse en mago, viendo lo que los demás no pueden ver.

Cada "maestro" tiene su propio estilo de preparar la ayahuasca, pero lo usual es que se siga una dieta previa rigurosa, que supone abstinencia de sal, dulce, manteca, ají y licor, así como de relaciones sexuales.

El preparado se hace a base de tallos macerados de una liana con propiedades alucinógenas, cocimiento que se hace hervir más de doce horas junto con otras plantas que potencian su acción y tienen, además, efectos purgativos. Entre las demás hierbas que se emplean más comúnmente están la "chacruna", "yagé", "toé" y el "chirizanango".




El preparado se administra en ceremonias grupales nocturnas, realizadas los martes y viernes. Los participantes ingieren el preparado y se disponen a esperar sus efectos. Una vez asimilada la droga, los bebedores empiezan a agitarse, tendidos en el suelo, para luego caer en un tremendo adormecimiento; es en ese momento cuando el brujo les empieza a hacer preguntas sobre lo que ven. Tras la etapa de intoxicación sigue la de debilidad, y finalmente un sueño profundo.

Los Asháninkas y Sendero Luminoso

Los asháninkas, grupo étnico perteneciente a la familia lingüística de los arawaks, habitan en los valles selváticos de los ríos Ene, Perené, Tambo y Urubamba, dedicados (como otras tantas tribus) a la caza menor y a la agricultura de subsistencia.

Los asháninkas se han caracterizado siempre por la especial destreza con que manejan el arco y las flechas, con las que son capaces de cazar inclusive animales grandes y pesados, como sajinos y sachavacas.




La vida de la población asháninka sufrió dos rudos golpes a mediados de los años 80, cuando el azote del narcotráfico, por un lado, y el del terrorismo de Sendero Luminoso por el otro, motivaron que poblaciones enteras de asháninkas abandonaran sus tierras, voluntaria o forzadamente.




En aquellos años, los senderistas, siguiendo las consignas de ganar "apoyo para la guerra popular" entre las poblaciones campesinas, empezaron a reclutar (con amenazas de muerte a las familias) a jóvenes asháninkas, con el propósito de adoctrinarlos en el senderismo y unirlos posteriormente a sus filas, tras un periodo de adiestramiento.

Los asháninkas, una de las naciones amazónicas más tradicionalmente guerreras, se resistían, por lo que fueron perseguidos y cruelmente acosados por los senderistas, siendo muchas veces arrasadas aldeas enteras y secuestrados sus niños y jóvenes a la fuerza.

Las familias que conseguían huir del terror abandonaban todo y se alejaban de sus tierras, en su afán de estar a salvo. Las comunidades más numerosas, sin embargo, se organizaron en rondas, con el apoyo del ejército peruano, y continuaron heroicamente su resistencia.

Las fuerzas armadas, tras varios años de enfrentamientos, consiguieron desalojar de la zona a los senderistas, rescatando asimismo a comunidades enteras de asháninkas que se hallaban prácticamente secuestradas por éstos.

Posteriormente, instituciones como Survival International y la Iglesia Católica prestaron importante ayuda a los nativos para que recompusieran sus poblaciones y pudiesen volver a cultivar sus tierras, proceso que continúa hasta hoy.

Otros grupos nativos

La población indígena del departamento ha sido estimada (Censo 1993) en 36 430 habitantes, constituidos en 244 comunidades nativas que representan a las diversas etnias de la región. La etnia más numerosa es la de los shipibo-conibo (18 237 individuos), seguida por la campa-asháninka (4 838 individuos). Las etnias con menor número de representantes son la culina (300 individuos) y la yaminahua (304 individuos).

Las otras etnias con presencia en el departamento son cashinahuas, piros, amahuacas, cacataibos, cocamas y sharanahuas-marinahuas-mastanahuas.




sábado, 15 de noviembre de 2014

Tumbes

Se dice popularmente que "todo foráneo que toma agua de coco, come camote y se baña en el río, se queda en Tumbes", como una manera de ilustrar la hospitalidad de sus pobladores, quienes afirman también que si el visitante que realiza las tres cosas antedichas es soltero, se casará inevitablemente con un tumbesino o tumbesina.

La mayoría de las creencias, tradiciones y fiestas de este departamento han inmigrado de nuestro vecino Ecuador, o tienen una marcada influencia de éste. Pero también hay muchas otras que provienen de otros lugares dentro del Perú, como las creencias folklóricas del "chucaque", el "mal de ojo", la forma de conducir a los muertos, arrojar tierra encima del ataúd del primogénito, la brujería o el rapto de las mujeres. Una presencia curiosa en Tumbes es la de los árboles "matazonzos", cuyos frutos caen de un momento a otro sobre los desprevenidos transeúntes.

Sin embargo, entre lo más típico del folklore tumbesino se encuentran sus platos preparados a base de mariscos, sus bebidas y dulces.




Música y danza

En cuanto a la música son conocidas las "cumananas", versos cantados con acompañamiento de guitarra. El cantor debe saber improvisar al momento y tener chispa para crear casi al instante la cumanana más adecuada. Sus temas son variados, primando el sentimiento amoroso, la tristeza por separaciones o muertes y los insultos picarescos, expresados en versos agrupados en cuartetas.

La "Danza de la Pava" es una de las más populares y curiosas de Tumbes. Inicialmente fue un baile introducido en el distrito de Corrales, cuyos pasos y desplazamientos semejan los del pavo criollo, y representa el galanteo de los pavos silvestres. La gracia de esta danza radica en los movimientos de la pava, que escapa hábilmente a los requerimientos de su pareja. La mujer luce amplia falda floreada y blusa blanca adornada con cintas; el varón viste pantalón y camisa blanca, con el cuello adornado con "bobos" y volantes de encaje semejando la pechuga del pavo.




Tacna

Tacna conserva un gran legado de leyendas y sucesos anecdóticos de sus periodos de guerra y de paz (indígenas, virreinales y republicanos), así como sus costumbres devotas y festivas, y sus raíces aimaras, quechuas y españolas. Mencionamos a continuación algunas de ellas.

El anexo de Calleraco, en Candarave, es fuertemente indígena; las comparsas, acompañadas por zampoñas, bombo y redoblantes alegran todas sus fiestas particulares y comunales, para en carnavales formar pandillas que bailan huaynos tocados en tarca y pito, que recorren las casas de los vecinos invitando a unirse a su entusiasta algarabía.

Según una leyenda, una esquina de la actual plaza Zela de Locumba guarda parte del rescate de Atahualpa. Todo el Tahuantinsuyo enviaba oro para el rescate del Inca, y un valioso cargamento atravesaba Locumba, cuando llegó la noticia de que el monarca había sido ajusticiado. Los indios, desesperados, decidieron enterrar su tesoro en lo que hoy es la plaza del nuevo pueblo, pero dejaron la siguiente señal: "Primero encontarán una llama, después una canasta con un lorito, después estarán las cargas de oro."

Cada generación fue transmitiendo este mensaje hasta que un grupo de osados tacneños inició la búsqueda. Hallaron la llama, luego la canasta con el lorito y poco después sobrevino el horrendo terremoto de agosto de 1868.

En cuanto a la música, los tristes y despedidas alternan con los valses y las polkas en todo el departamento. El cacharpari, que en aimara significa "despedida", es entonado en los entierros campesinos, especialmente tratándose de niños.

Los conjuntos de zampoñas o antaras andinas, denominados sicuris, realzan las fiestas patronales en la mayoría de los distritos de las provincias de Tarata y Candarave.




El pueblo celebra asimismo con gran fervor religioso los actos litúrgicos de Semana Santa, que se inicia con el domingo de Ramos. El lunes sale la procesión del Señor de la Huerta y el martes la del Señor de la Columna, el miércoles es el encuentro de Jesús con la Virgen María, el jueves se rinde culto en la iglesia, el viernes sale la procesión del Santo Sepulcro, el sábado se festeja la Resurreción y el domingo la Pascua.

La procesión de la Bandera

Con ella se conmemora la reincorporación de Tacna al Perú, efectuada el 28 de agosto de 1929, después de más de 45 años de cautiverio iniciado el 20 de octubre de 1883 con el tratado de Ancón; su ceremonia principal es una marcha multitudinaria y a lo largo de una semana se desarrollan diversos actos celebratorios.

Uno de éstos es la "Ofrenda a la Juventud". Cada 27 de agosto la juventud tacneña desfila por las calles centrales de la ciudad y por el paseo cívico, culminando las actividades realizadas en los centros educativos durante la semana de Tacna. Se enciende la lámpara ubicada en el centro del monumento a los héroes de la guerra del Pacífico y luego se izan los pabellones al compás de la "Marcha de Banderas" entonada por todos los participantes. Acto seguido se da lectura a la "Ofrenda a Tacna" para concluir con el Himno Nacional.

Al día siguiente se efectúa la "Procesión de la Bandera", una de las manifestaciones patrióticas más fervorosas de nuestro territorio. A lo largo de diez cuadras, una enorme bandera, la misma que presidió en 1929 la ceremonia de reincorporación de Tacna, es llevada en cívica procesión por las damas de la ciudad.




Desde los balcones se lanzan palomas, pétalos de rosas y buganvilias a su paso; en ocasiones se cuenta con la presencia del presidente de la República y de sus ministros de Estado.

La primera procesión de la bandera se realizó el 28 de julio de 1901 en plena ocupación chilena, organizada por los socios de la Benemérita Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos El Porvenir. Aquella procesión fue silenciosa, pues las autoridades chilenas que ocupaban la ciudad pusieron como condición para autorizarla que se realizara sin ninguna expresión de júbilo ni protesta.

Probablemente quien mejor ha retratado este hecho es el poeta y escritor Federico Barreto, quien escribió: "No se oyó ni una sola exclamación, ni el grito más insignificante. Sellados todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos. Y en medio de aquel silencio extraño y enorme que confundía, impregnaba asombro y causaba admiración, la bandera levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquel océano de cabezas descubiertas.

"Pasó la bandera y detrás de ella, como enorme escolta, avanzó el pueblo entero y aquella procesión sin música ni exclamaciones, siempre en silencio, siempre majestuosa, recorrió imponiendo respeto y casi miedo, los jirones más céntricos de la ciudad cautiva".

Dice la tradición que los propios soldados chilenos se sintieron tan sobrecogidos ante esta demostración de amor a la patria que algunos se descubrieron al paso de la procesión.


jueves, 13 de noviembre de 2014

Madre de Dios

Música y tradiciones

El folklore de Madre de Dios ha sido difícil de estudiar, dada la inaccesibilidad y la escasa densidad demográfica del territorio. El ministerio de Educación y los misioneros han conseguido recopilar sus leyendas y mitos, en tanto que el ilustre compositor y musicólogo alemán Rodolfo Holzmann recogió algunos cantos de las tribus selváticas peruanas, incluyendo entre ellos uno de la tribu culina, que habita el extremo noreste del departamento, en la zona limítrofe con Ucayali.

Su folklore tiene mucho en común con el de otras regiones selváticas, aunque a veces, según suele ocurrir en la transmisión oral de leyendas, se han cambiado diversos caracteres.




En Puerto Maldonado se cuentan historias de personas desaparecidas a causa del "chullachaqui", un hombrecito de pequeña estatura vestido con sombrero, camisa roja y pantalón corto; su pierna derecha es más corta que la izquierda y tiene pies de tigre. Está siempre al acecho para llevarse a la gente y hacerla desaparecer.

En Iñapari existe la leyenda del "mapinguay", enorme y corpulento animal de un solo ojo, con patas traseras como de buey pero terminadas en garras. La única manera de destruirlo es cortándole el ojo. Pero cuentan que una vez un hombre, por librar a su hijo del mapinguay, le arrojó ácido muriático a la cara; el monstruo, lleno de rabia, soltó al muchacho y abrió su desdentada boca abalanzándose hacia el hombre, instante que éste aprovechó para meter su mano dentro del animal, cogerle la cola con toda su fuerza y volverlo del revés, dejando al descubierto su interior. Así murió el terrible monstruo, pero sus semejantes siguen vagando por la selva.

En Tahuamanu se invoca al pajarito "irapuru", que atrae la suerte en el juego y en las aventuras amorosas. Este pajarito también sabe hablar cuando cree necesario amonestar a alguien, dar lecciones y castigar a los codiciosos. Se dice que en una ocasión le habló así a un jugador descontento: "Amigo mío, no se puede conseguir todo al mismo tiempo. Hay que perseguir una cosa u otra."

Dramáticas leyendas explican la existencia de las tribus iñaparis. Un audaz cauchero atrajo a la hija del cacique, valiéndose del triste y melodioso canto del "tunche" y la raptó. El angustiado padre salió con toda la tribu en su búsqueda abandonando el río Acre, donde hasta entonces habían vivido. El rastro del raptor los alejaba cada vez más, llevándolos hasta el Brasil, donde habrían sido capturados por una tribu enemiga; la selva guarda el secreto de si sobrevivió la hermosa prisionera. Y el Acre quedó desolado, pues ella jamás volvió. Sólo quedó su recuerdo en el nombre del lugar, Iñapari.

Extraordinarios mitos aclaran los orígenes de algunas tribus, de las diversas plantas alimenticias, de los ríos y de los seres que conforman el hábitat selvático, en tanto que otras narraciones hablan de los espíritus que los pueblan, de la crueldad de los caucheros; asimismo los abusos de los falsos misioneros también han mantenido su recuerdo en la tradición oral.

Los rituales del "Ayahuasca"

La ceremonia nocturna del "ayahuasca" se realiza los martes y los viernes. El "maestro" y sus clientes ingieren este preparado amargo (a base de tallos macerados de una liana que crece en la selva), cuyas propiedades alucinógenas han sido interpretadas con criterio mágico por la medicina popular.

Los curanderos y sus clientes recurren al "ayahuasca" ya sea para aliviar el dolor o la enfermedad, o bien para descubrir lo desconocido y conocer el origen de las cosas.




Se afirma que esta bebida alucinógena otorga, mientras dura su efecto, la facultad de prever el futuro y una intuición extraordinaria; la tradición popular cita casos de hallazgos de tesoros o de personas perdidas en la selva, descubrimientos de robos, etc.

Las visiones del "ayahuasca" son alucinaciones visuales organizadas, muy complejas, que se producen espontáneamente, y participan en ellas muchos territorios de la percepción y otras funciones psíquicas. Sin embargo, a lo largo de este proceso hay lucidez, y el sujeto registra estas vivencias como si fuera un espectador, conservando incluso su juicio crítico, consciente de su irrealidad. A esta etapa de intoxicación sigue un estado de debilidad, y finalmente el sueño.


lunes, 10 de noviembre de 2014

Lima

En la ciudad de Lima se conserva todavía aquella agudeza de ingenio y la gracia en la fina ironía, aquella disposición ligera de ánimo que no toma en serio la vida. En literatura, esa traviesa disposición ha dado lugar a un género peculiar, espontáneo y risueño, conocido como "criollismo".

La distinguida folklorista Mildred Merino de Zela apunta que "Lima dio a luz el criollismo como una depurada conjunción de lo nativo y lo hispano filtrado por el terruño y ha impreso su sello en todas las actividades: hay música criolla como política criolla y gracia criolla. Y se ha acriollado toda la costa peruana".

Las sabrosas comidas y dulces criollos son otro capítulo amplio y característico del folklore limeño, que ha generado restaurantes típicos, a las vivanderas y vendedores ambulantes.

Las procesiones (como la famosísima del Señor de los Milagros), los toros, las ferias populares, las romerías al cementerio, las fiestas patrias, la venta ambulatoria de todo cuanto se pueda imaginar, configuran una enorme gama de personajes y costumbres populares limeños, plenos del encanto de la espontaneidad, del color y de la intensa fuerza vital de la cotidianidad que envuelve a la ciudad de Lima.



El Cristo de Pachacamilla, Señor de los Milagros

El culto a la imagen del Señor de los Milagros, patrono de Lima, se remonta al siglo XVII. En aquella época, los españoles ubicaban a indios y negros en un barrio cercano al antiguo templo preinca de Pachacamac. Allí, según la tradición, un mulato pintó sobre un muro la imagen que hasta hoy se venera.




En noviembre de 1655 un terremoto castigó a Lima, dejando al barrio de Pachacamilla totalmente convertido en escombros, salvo el muro que había pintado el mulato con la efigie de Cristo Crucificado. La gente tomó este hecho como un milagro, por lo que numerosos devotos empezaron a acudir a este lugar, y a dar testimonio de milagros y gracias que les habían sido concedidos.

La fe popular aumentó cuando el muro se mantuvo en pie después de que otro terremoto arrasara la ciudad, en 1687. Fue entonces cuando el cabildo lo nombró Patrono de Lima, fundándose también la hermandad del Señor de los Milagros, cuyos miembros son los responsables cada año de cargar las andas de la venerada imagen, hechas con 450 kilos de plata fina, y que llega a pesar cerca de 2 toneladas a causa de los milagros y ornamentos con que se suele adornarla. La hermandad del Señor de los Milagros agrupa en la actualidad a 3 500 miembros divididos en 20 cuadrillas, cada una de las cuales cuenta con 120 devotos; además de 2 cuadrillas de cantoras y sahumadoras.

Con el tiempo, se le construyeron un convento y una iglesia, donde se guarda el muro original, bajo el cuidado de las madres nazarenas. Desde entonces, cada año, una réplica del Señor de los Milagros es sacada en procesión en fechas 18, 19 y 28 de octubre, en medio de una muchedumbre de devotos que conforman la procesión más grande y numerosa de toda América.




El Vals

Si algún género musical identifica por tradición a Lima, éste es, sin duda, el vals criollo, invención limeña urbana por excelencia que se ha hecho mundialmente conocida.

El vals vienés llegó desde los salones europeos hasta las aristocráticas veladas limeñas. En poco tiempo el proletariado urbano se adueñó de él, imprimiéndole su propio sello, haciéndolo realmente criollo en todo el sentido de la palabra, proceso que llegó a su máxima expresión en la figura de Felipe Pinglo, considerado como el más importante compositor dentro de este género.

El vals (y la polka criolla) se convirtió en el rey de las jaranas "de rompe y raja", en narrador de la vida en el "callejón de un solo caño", en el custodio de la tradición oral del barrio, en expresión pura del alma popular.




En aquellos primeros años del siglo, cuando no existía ningún tipo de mercado del disco o de la radio, el vals criollo conservaba su carácter de vivencia colectiva, de celebración ritual en todas las fiestas y "jaranas", familiares o de barrio, en las cuales se difundían las nuevas composiciones y los intérpretes se daban a conocer.

Entre los compositores criollos más tradicionales se cuentan a Pedro Espinel, Pablo Casas, Laureano Martínez Smart, Manuel Covarrubias, Máximo Bravo, Eduardo Márquez Talledo, Pedro A. Bocanegra, Alcides Carreño y Manuel Raygada, así como Serafina Quinteras y Amparo Baluarte.

En la década del 50, aproximadamente, el vals entra en un proceso de cambio, al igual que Lima misma y su sociedad. Lima ya no era la misma ciudad tranquila de principios de siglo; se había iniciado la gran migración provinciana, que la convertía inevitablemente en una gran población que crecía día a día, donde las condiciones de vida se hacían cada vez más duras y agresivas.

Compositores como Mario Cavagnaro o Augusto Polo Campos trataron de recoger estas transformaciones, incorporando en sus temas la "replana" o "jerga" limeña, consiguiendo con esto una nueva posición entre la población.

Debido a las transformaciones, surge la necesidad de crear los "Centros Musicales" luego de la década del 30, cuando el vals parecía dejar algunos de sus rasgos acostumbrados. Centros como el "Carlos A. Saco" y el "Felipe Pinglo Alva", nombrados así luego de la muerte de ambos autores, se convierten en "auténticas peñas donde se guarda la tradición musical" (César Santa Cruz).

Otros compositores de este período son Lorenzo Humberto Sotomayor, Erasmo Díaz, Alberto Haro, Manuel Acosta Ojeda, Luis Abelardo Núñez, Rafael Otero y, entre las mujeres, Alicia Maguiña.

En esta época también se hizo conocido el guitarrista Oscar Avilés, quien se ganó tantos admiradores como detractores por los novedosos punteos con que acompañaba a los cantantes, pero que resultaron ser vistosas e innovadoras introducciones para las melodías.

En medio de este panorama, surge la figura de Chabuca Granda, autora del famoso vals "La flor de la canela" y del no menos conocido "Fina estampa".

Ella, a diferencia de otros cultores del vals criollo, no era de extracción popular, y expresaba en sus temas la nostalgia de los antiguos limeños por la Lima tradicional que se iba perdiendo, y por el tiempo pasado que, sin duda, recordaban como una época mejor.

Chabuca Granda abrió un nuevo camino al fusionar el vals criollo con armonías de jazz y bossa nova, tratando de innovar y hacer evolucionar el género, con lo cual, si bien lo enriqueció musicalmente y lo llevó a escenarios internacionales, lo alejó más aún de sus raíces urbano-populares.

En los últimos años han surgido diversas tendencias que han pretendido innovar el vals, aunque sin alcanzar gran trascendencia, quizás porque, en palabras de Oscar Avilés, se ha perdido el "sabor" criollo, "no por culpa de los jóvenes, sino porque no hubo transmisión del mensaje en el momento adecuado, la tradición se quedó en los barrios y no trascendió".

Cabe destacar la figura de doña Rosa Mercedes Ayarza de Morales, quien fuera infatigable cultora e investigadora de todos los géneros criollos, aportando además numerosas composiciones.

Entre algunos de los compositores más conocidos recientemente dentro del género hay que mencionar a José Escajadillo, Félix Pasache y Juan Mosto.

El aporte africano

Con la llegada de los esclavos africanos, arribaron también a nuestras costas numerosas voces, ritmos y atuendos distintivos. Éstos se amestizaron durante todo el virreinato, encontrándose actualmente en instrumentos musicales (tales como el cajón y la quijada de burro), ritmos característicos (panalivio, zamacueca o mozamala, festejo, landó, toro mata, socavón, el zapateo y hasta la conocida marinera), y en la particular entonación de las líneas melódicas.

En textos y crónicas del siglo XVIII ya se encuentran referencias y descripciones de los bailes negros, reputados en su época como escandalosos y hasta obscenos; transformados con el tiempo, no sólo han sobrevivido, sino que también se han abierto paso en todos los escenarios, volcándose a todos los públicos.

Actualmente no sólo en las peñas, sino también en las discotecas limeñas consideradas más "exclusivas", no puede faltar una selección de la alegre música negra, que mueve a todos los presentes a la pista de baile.




De toda la música considerada criolla es la que más aceptación tiene en la actualidad entre la juventud. Probablemente su pegadizo ritmo binario la hace más fácil de comprender, entonar y bailar.

Ni siquiera el vals se ha visto libre del fuerte legado cultural africano y ya se considera imprescindible su acompañamiento con cajón y otros instrumentos de percusión. A propósito de esto, antiguamente eran célebres las jaranas de la legendaria Valentina, en el victoriano "Callejón del Buque", donde los concurrentes gozaban por igual con valses, polkas, marineras y festejos, interpretados siempre por guitarras y cajón.

Hay que aclarar, además, que los negros siempre se han considerado criollos y que la distinción entre la práctica musical "negra" y "criolla" surge a partir de la década del 50.

Entre los cultores de la música negra cabe mencionar a verdaderas dinastías como las de los Vásquez y los Vallumbrosio, destacando claramente la familia Santa Cruz, desde el extinto Nicomedes hasta los más jóvenes Octavio y Rafael.

Nicomedes recopiló y grabó numerosos temas negros en un disco que ya es histórico, "Cumananas"; fue además escritor, periodista, investigador, compositor y hábil bailarín.

Similar labor asumió su hermana Victoria, dedicada durante largos años a la investigación y recopilación. Sus sobrinos, Octavio y Rafael, conforman un conocido dúo que ha grabado temas tradicionales negros introduciendo algunas innovaciones.

Mención aparte merece el conjunto "Perú Negro", que ha llevado por casi todo el mundo las diversas danzas costeñas de origen negro, limeñas y de otras procedencias.

Como en todo campo de estudio, no faltan las polémicas, y hay quienes han cuestionado la legitimidad de la forma festejo en particular, afirmando que no es netamente una supervivencia africana amestizada, sino producto de algún compositor criollo. La polémica está abierta, y sin duda será todavía materia de muchas futuras investigaciones.

La "Chicha" o la Irrupción de lo Andino

Sería impropio considerar a la expresión musical denominada "chicha" como folklore, ya que, de acuerdo a convenciones establecidas, no se puede calificar como tal a ninguna forma musical de menos de 50 años de existencia y uso popular. Sin embargo, el fenómeno social que la ha originado es de total actualidad, por lo que resulta de total interés dedicar algunos párrafos al tema.

La música andina mestiza ya había llegado a la capital durante los años 20, originando entre algunos compositores "académicos" una corriente indigenista, totalmente apartada de la práctica popular. Es a partir de los 40 que la aparición del disco y la radio marcaría una nueva etapa en la difusión cotidiana de la música andina aunque era todavía en los coliseos, clubes y campos deportivos donde los intérpretes establecían contacto directo con su público, en su mayoría migrantes.

En los años 50 y 60 la música, fiestas y danzas andinas se hacen cada vez más presentes en Lima, como consecuencia de la acelerada migración de campesinos de la sierra registrada en ese período, quienes se instalaron en la periferia de la ciudad, formando los llamados "pueblos jóvenes".

Al mismo tiempo, los medios de comunicación introducen en el país, entre otros géneros extranjeros, la cumbia colombiana, que alcanzó gran aceptación. Ésta, al ser acogida también en zonas andinas donde la banda era la más frecuente forma de conjunto musical, sufrió ciertas variaciones (de forma e interpretación) y se convirtió poco a poco en un gran éxito comercial al que numerosos grupos se vincularon. Cada uno, por supuesto, le impuso sus propios gustos y preferencias.

En las ciudades mestizas de la sierra (pero sobre todo en Lima, más expuesta por su condición de capital a las influencias externas de los medios), el legado musical andino se combinó con la cumbia y recibió influencias de otros géneros gustados por los jóvenes, como la salsa y el rock.

La forma musical denominada "cumbia peruana" o "chicha" aparece y se impone paulatinamente como la favorita de la juventud descendiente de inmigrantes andinos, volviéndose tan imprescindible en sus fiestas populares (por supuesto, con diferentes prácticas de socialización) como lo había sido el vals en las antiguas jaranas limeñas.




El enorme éxito comercial de esta forma híbrida la hizo saltar rápidamente de las fiestas populares a algunas radios, con lo que su presencia en el contexto urbano se consolidó a través de sus propias empresas promotoras y de sus propios canales de grabación, distribución y ventas. Se debe a que esta forma musical es excluida de muchos circuitos masivos de difusión (tan excluida como el vals criollo y otros géneros netamente peruanos), y rechazada por los estratos medios y altos de la sociedad limeña.

En los últimos años se han hecho populares agrupaciones como "Los Shapis", "Guinda", "Chacalón y la Nueva Crema", "Pintura Roja", y cantantes como "Chapulín", "Pascualillo", etc.

De otro lado, el investigador Raúl Romero afirma que "la cumbia andina constituye una nueva manifestación de los migrantes andinos en la capital, y que ha logrado combinar su género más representativo, el huayno mestizo, con otras influencias musicales para lograr congregar a los jóvenes de ascendencia provinciana y preservar de algún modo la presencia de elementos de origen andino en la capital de la república".


sábado, 8 de noviembre de 2014

Puno

La singularidad, brillantez y profusión de las fiestas, danzas, ferias, vestuario, costumbres y artesanía puneñas le han ganado al departamento el título de "capital folklórica de América".




Instrumentos Andinos

Para la entonación de sus melodías los antiguos peruanos contaron con instrumentos musicales finamente elaborados, aunque sólo conocieron los de percusión, los de sacudimiento y los de viento. Entre estos últimos, los más usados en Puno para acompañar las danzas son, además de la antara o zampoña, la quena, el sicu y el pincullo. Entre los instrumentos musicales, los más típicos del departamento andino de Puno son los siguientes:

La Quena

Es el más típico instrumento musical del antiguo Perú y de las actuales poblaciones nativas. Es una flauta de caña o hueso, con 3 a 6 agujeros equidistantes entre sí, y cuya longitud no excede los 30 cm.




La Antara

Zampoña o flauta de Pan, compuesta por una fila de 3 a 15 tubos, cuyas longitudes están determinadas por el tono deseado. Puede ser de cerámica (al modo de los mochicas y nazcas) o de caña hueca.




El Sicu

Los aimaras llamaron sicus a las antaras grandes, compuestas de dos órdenes de siete tubos, el mayor de los cuales puede medir hasta un metro y los restantes van decreciendo en tamaño. Los ejecutantes de este instrumento son llamados sicuris o tocadores de sicus.




El Pincullo

Flauta de caña o madera vertical con seis agujeros, hecha con un tallo de huarango, cuya longitud puede alcanzar 1,20 m. Antes de tocarla se la remoja toda la noche en agua, chicha o aguardiente.




Danzas

En Puno se han catalogado más de 300 danzas y bailes típicos, que por su ubicación cultural se pueden clasificar en aimaras y quechuas. Existen danzas netamente autóctonas de carácter rural, danzas de origen colonial que satirizan a los conquistadores, y danzas mestizas.

Otros estudiosos clasifican a las danzas puneñas en cuanto a su rol o función socializante, las dividen en categorías tales como danzas de cordillera, de cazadores, de pastores, agrícolas, descriptivas de personas o situaciones (costumbristas), de carnavales, matrimoniales, satíricas, guerreras, de sicuris, y mistificadas (de "trajes de luces").


Ayarachi

De origen quechua, según diversos estudios también emparentada con las variantes de las danzas de sicuris del departamento, presenta una comparsa de zampoñistas tocando melodías fúnebres, que expresan el dolor del nativo oprimido. Actualmente se baila principalmente en las festividades de la Virgen del Rosario en Paratía (Lampa).

Participan en la danza conjuntos de 15 a 20 varones (acompañados de t'allas o doncellas), luciendo trajes negros adornados con expresiones ecológicas del altiplano y sombreros con enormes plumas de avestruces y cóndores teñidas de vivos colores; tocan la zampoña grande y bombos, produciendo una música triste y fúnebre.

Las t'allas visten montera bordada de florecitas, polleras negras y casaquillas adornadas de coloridos botones.




Carnaval de Arapa

Danza erótica y agrícola que rinde culto al amor, a la tierra y a la fecundidad. Destaca el juego coreográfico lleno de vigor, impulsado por una melodía que habla de la estirpe quechua de los danzarines, nacida a orillas del lago de Arapa, en la provincia de Azángaro. Es bailada por los campesinos adolescentes quienes, empuñando banderas blancas, coordinan rítmicamente sus movimientos con los de éstas, traduciendo el debate amoroso entre las parejas.




Choq'elas

Danza ritual aimara que simboliza el tradicional chaco, o cacería de las vicuñas para esquilarlas. En su primera parte se representa la invocación a los espíritus de los antepasados (achachilas) y los dioses tutelares (apus), rogándoles que otorguen éxito en la cacería y que ésta sea abundante. La segunda parte de la danza simboliza el acorralamiento de la comunidad a la vicuña, y la tercera su captura.

Los personajes son el choq'ela y la choq'ela-ahuila (pareja de ancianos), cuyo vestuario luce numerosos velloncitos de lana; los bailarines (la comunidad) llevan sombreros con plumas y el yokalla (adolescente) carga una vicuña disecada para la danza.


Chunchos de Yahuarmayo

Danza guerrera de las tribus selváticas de las provincias de Sandia y Carabaya, cuyos sangrientos rituales, además de su fama de bravura y fiereza, han originado este nombre quechua, ya que Yahuarmayo significa "río de sangre". Es ejecutada por unos diez varones, al son de flautas y un tamborcito.


Diablada Puneña

Conocida y famosa danza ritual mestiza que reúne a cuadrillas de hasta 150 danzarines, que bailan al son de una alegre música en las festividades de la Virgen de la Candelaria, durante la cual, según una tradición popular puneña, "se abren las puertas del cielo y del infierno". Representa el triunfo del bien sobre el mal, al dominar el personaje disfrazado de "Arcángel" o "Ángel" a las bandas de los diablos.




Los diablos llevan una vestimenta muy lujosa, bordada con brillantes hilos de oro y plata y abundante pedrería, complementada con una terrorífica máscara de enormes ojos y culebras asomándose por todas partes. La figura principal es un gran Diablo, cuya vestimenta es aún más lujosa y su máscara mucho más grande. Sus botas están cubiertas de cascabeles y lleva en las manos pañuelos de distintos colores.




Otros personajes menores son: El Caporal, la China Diabla (la hembra del Caporal), el Diablillo, el Viejecito, el Esqueleto, etc.




Sin embargo, año a año se van agregando nuevos personajes, ya que mucha gente le pide algún milagro a la Virgen de la Candelaria prometiéndole bailar al otro año en su fiesta; como los trajes son muy costosos, se improvisan otros disfraces de más fácil adquisición, como la Viuda, el Mexicano, el Piel Roja, el Llanero Solitario, Batman, etc.


Pandilla Puneña

Se baila exclusivamente en los carnavales, lo que los hace ansiosamente esperados por todos. Constituye la mayor expresión del modo de sentir y divertirse del pueblo puneño, y se tienen noticias de su existencia desde antes de 1880. Es una danza señorial con música de huaynos pandilleros, en cuya realización se reúnen todos los estratos sociales, con el inicio obligado de la marinera puneña. Varones y mujeres, vestidos con hermosos mantones de manila, se desplazan elegantemente siguiendo una coreografía extensa y complicada, que podría calificarse hasta de exagerada.

Para los puneños, la pandilla es la danza por excelencia, tanto así que no se incluye en los concursos de danzas regionales: hay competencias especiales sólo de pandillas, provenientes de diferentes ciudades del departamento.




Q'ajelo

Danza de los jóvenes cordilleranos, conocida también como "danza del Kcarabotas", jinete bravío y solitario, dominador de las alturas, desbravador de potros, amo del pastoreo y raptor de pastoras solitarias, a las que somete con su látigo de cuero. Es ejecutada por cuatro o más parejas, vestidos los hombres con atuendo cordillerano: chullo y sombrero, doble poncho de vicuña y gruesa bufanda, altas rozaderas de cuero sobre los pantalones, con un puñal en la pantorrilla, charango a la cintura y a veces algún arma de fuego.




Sicuris de Taquille

También de estirpe aimara, es una danza de contenido mágico. Interviene una tropa de unos 24 zampoñistas tocando una melodía pausada y melodiosa, acompañados de bombo y tambor, y un grupo de mujeres. Vestidos todos con tejidos de vivos colores y sombreros emplumados, danzan durante la época en que los sembríos están floreciendo, como homenaje y agradecimiento a la generosidad de la Pachamama.




Wifala

Danza pastoril quechua (aunque se supone de origen colonial), bailada principalmente en carnavales por los jóvenes en edad de matrimonio, con música de pincullos y tambores. Se ejecuta en parejas, con los danzarines vestidos con indumentaria típica de su lugar de origen. La coreografía consta de tres partes: la primera, conocida como "pandilla", manifiesta el vigor, entusiasmo y resistencia de los protagonistas; la segunda, o "guerra", que representa las pruebas que las mozas ponen a los varones, que ellos vencen para poder empezar el servinacuy (matrimonio de prueba) y, finalmente, el cacharpari o despedida, con música más lenta.




Tradiciones y Leyendas

La leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo, que les atribuye haber salido del lago Titicaca para civilizar a los pobladores de la región y formar un imperio, es de todos conocida. Inclusive cada 4 de noviembre se escenifica este mito en el propio lago, con gran despliegue de balsas de totora, reuniendo asistentes tanto peruanos como bolivianos.




Existe sin embargo otra leyenda, que explica la división geográfica y étnica del departamento. Según esta historia, dos personajes rivales, Inkari y Kollari, decidieron un día poner fin a sus disputas, y definir de una vez a quién le correspondería el dominio de las zonas de Puno y Cuzco. La apuesta consistió en comerse un costal entero de habas; aquel que terminara primero ganaría el dominio de toda la zona y obtendría en ella ricos cultivos de cereales. Venció Inkari y se hizo dueño del lugar; Kollari, el perdedor, fue confinado a una zona inhóspita, que tomó el nombre de "tierra de los collas".

Otro ritual tradicional representado en Puno es el Capac Colla, basado en un drama incaico en torno a un cacique de ese nombre que vivió probablemente en el siglo XV. Esta escenificación se realiza desde 1994 en la explanada del complejo arqueológico de Sillustani, con la asistencia de cerca de 15 mil turistas nacionales y extranjeros.

La fecha fijada es el 18 de setiembre y en el acto se expresa la aflicción del pueblo colla ante la muerte del cacique anterior y se procede a la coronación del heredero, finalizando con un concurso de danzas autóctonas.

Ceremonia del Chaco

La cacería de la vicuña con fines de esquila o chaco es otra de las costumbres ancestrales que subsisten hasta la actualidad en Puno. Específicamente en Cala Cala, en la provincia de San Antonio de Putina, a 130 km al norte de Puno, cerca de medio millar de campesinos pertenecientes a cinco comunidades, agrupados en el denominado Comité de Vicuñas de Cala Cala, participan cada año en el mes de setiembre de esta singular "captura". Esta actividad se realiza desde 1991, año en que el gobierno encargó el manejo y cuidado de estos auquénidos a los campesinos organizados.




La ceremonia comienza antes de la medianoche con el ritual del pago a la tierra; al amanecer los campesinos, provistos de tapas de ollas y silbatos, suben a los cerros formando un círculo humano y proceden a acorralar y esquilar a las vicuñas, tarea que no es indiscriminada ya que se excluye a las crías y a aquellos ejemplares enfermos o cuya lana no tiene la calidad suficiente. La esquila se realiza ante la presencia de representantes de la Comisión Nacional de Camélidos Sudamericanos y de la Sociedad Nacional de Criadores de Vicuñas.




Los comuneros tienen la responsabilidad de cuidar a las 685 vicuñas que hay en las 2 500 hectáreas de esta reserva, ya que no obstante una reciente legislación dada al respecto, los cazadores furtivos son una constante amenaza para la conservación de este camélido, cuya lana bruta se cotiza a 500 dólares el kilo.


La Fiesta de la Candelaria

La manifestación de fervor y entusiasmo popular más grande del pueblo puneño se festeja oficialmente del 1 al 19 de febrero, aunque la ciudad se anima mucho antes con los preparativos, las novenas y la llegada de peregrinos y turistas.

Narra la tradición que en la mina de plata de Laycacota, hacia 1675, la Virgen María se aparecía a los devotos mineros, ayudándoles con su misericordia y bondad, motivo por el que la homenajeaban con gran devoción, siendo venerada como la Virgen de la Candelaria, patrona de Puno.




Otra versión cuenta que en tiempos de los incas el pueblo fue atacado por hormigas, sapos y una gigantesca serpiente.

Los sacerdotes invocaron a la "ñusta, diosa del bien" que convirtió a la culebra y a los sapos en cerros y piedras y a las hormigas en lago. Una versión distinta, esta vez española, narra que cansados los españoles del sitio de San Carlos de Puno por Pedro Vilca Apaza, sacaron en procesión a la Virgen y los reflejos de su vestido convencieron a los rebeldes de que habían llegado refuerzos, abandonando el acoso desde los cerros Azoguini y Machallata.

La fiesta comienza el 24 de enero, cuando los devotos mandar oficiar las misas de novena para reafirmar su fe. El 1 de febrero se realizan las albas tradicionales, en las cuales participan cuadrillas de bailarines, tropas de sicuris y hay quema de castillos. El 2 de febrero se inicia oficialmente la festividad, con el concurso de danzas autóctonas.

El domingo siguiente al 2 de febrero es la "octava", que se empieza a festejar desde el día anterior con albas, a cargo de diferentes conjuntos de luces, en los barrios y cerros que circundan la ciudad. A las tres de la tarde es la "entrada de ceras" y por la noche la quema de fuegos artificiales en el parque Pino, donde se encuentra el santuario de la Virgen de la Candelaria, con participación de conjuntos populares de danzas y del pueblo en general.

En la "octava", a las ocho de la mañana se inicia el concurso folklórico de trajes de luces en el estadio "Enrique Torres Belón". La danza más característica de esta festividad es la famosa "diablada puneña", de tradición aimara, y que simboliza la eterna lucha entre el bien y el mal. A las once se celebra la Misa de Fiesta, y a las dos de la tarde sale la procesión. La fiesta concluye con los cacharparis o despedidas a partir del cuarto día.




La celebración de la "mamacha Candelaria", en la que participan cuatro mil danzarines, reúne cada año a aproximadamente 60 mil visitantes u demanda un gasto promedio de 10 millones de dólares (cabe tener en cuenta que el traje de cada danzarín puede llegar a costar más de mil dólares).




En la fecha central de homenaje a la pequeña imagen (mide poco más de un metro), además de la misa y los fuegos artificiales, los responsables elegidos el año anterior agasajan a sus invitados con viandas típicas como el rocoto relleno, pepián de cuy, caldo blanco, asado de chancho, etc.