sábado, 15 de noviembre de 2014

Tacna

Tacna conserva un gran legado de leyendas y sucesos anecdóticos de sus periodos de guerra y de paz (indígenas, virreinales y republicanos), así como sus costumbres devotas y festivas, y sus raíces aimaras, quechuas y españolas. Mencionamos a continuación algunas de ellas.

El anexo de Calleraco, en Candarave, es fuertemente indígena; las comparsas, acompañadas por zampoñas, bombo y redoblantes alegran todas sus fiestas particulares y comunales, para en carnavales formar pandillas que bailan huaynos tocados en tarca y pito, que recorren las casas de los vecinos invitando a unirse a su entusiasta algarabía.

Según una leyenda, una esquina de la actual plaza Zela de Locumba guarda parte del rescate de Atahualpa. Todo el Tahuantinsuyo enviaba oro para el rescate del Inca, y un valioso cargamento atravesaba Locumba, cuando llegó la noticia de que el monarca había sido ajusticiado. Los indios, desesperados, decidieron enterrar su tesoro en lo que hoy es la plaza del nuevo pueblo, pero dejaron la siguiente señal: "Primero encontarán una llama, después una canasta con un lorito, después estarán las cargas de oro."

Cada generación fue transmitiendo este mensaje hasta que un grupo de osados tacneños inició la búsqueda. Hallaron la llama, luego la canasta con el lorito y poco después sobrevino el horrendo terremoto de agosto de 1868.

En cuanto a la música, los tristes y despedidas alternan con los valses y las polkas en todo el departamento. El cacharpari, que en aimara significa "despedida", es entonado en los entierros campesinos, especialmente tratándose de niños.

Los conjuntos de zampoñas o antaras andinas, denominados sicuris, realzan las fiestas patronales en la mayoría de los distritos de las provincias de Tarata y Candarave.




El pueblo celebra asimismo con gran fervor religioso los actos litúrgicos de Semana Santa, que se inicia con el domingo de Ramos. El lunes sale la procesión del Señor de la Huerta y el martes la del Señor de la Columna, el miércoles es el encuentro de Jesús con la Virgen María, el jueves se rinde culto en la iglesia, el viernes sale la procesión del Santo Sepulcro, el sábado se festeja la Resurreción y el domingo la Pascua.

La procesión de la Bandera

Con ella se conmemora la reincorporación de Tacna al Perú, efectuada el 28 de agosto de 1929, después de más de 45 años de cautiverio iniciado el 20 de octubre de 1883 con el tratado de Ancón; su ceremonia principal es una marcha multitudinaria y a lo largo de una semana se desarrollan diversos actos celebratorios.

Uno de éstos es la "Ofrenda a la Juventud". Cada 27 de agosto la juventud tacneña desfila por las calles centrales de la ciudad y por el paseo cívico, culminando las actividades realizadas en los centros educativos durante la semana de Tacna. Se enciende la lámpara ubicada en el centro del monumento a los héroes de la guerra del Pacífico y luego se izan los pabellones al compás de la "Marcha de Banderas" entonada por todos los participantes. Acto seguido se da lectura a la "Ofrenda a Tacna" para concluir con el Himno Nacional.

Al día siguiente se efectúa la "Procesión de la Bandera", una de las manifestaciones patrióticas más fervorosas de nuestro territorio. A lo largo de diez cuadras, una enorme bandera, la misma que presidió en 1929 la ceremonia de reincorporación de Tacna, es llevada en cívica procesión por las damas de la ciudad.




Desde los balcones se lanzan palomas, pétalos de rosas y buganvilias a su paso; en ocasiones se cuenta con la presencia del presidente de la República y de sus ministros de Estado.

La primera procesión de la bandera se realizó el 28 de julio de 1901 en plena ocupación chilena, organizada por los socios de la Benemérita Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos El Porvenir. Aquella procesión fue silenciosa, pues las autoridades chilenas que ocupaban la ciudad pusieron como condición para autorizarla que se realizara sin ninguna expresión de júbilo ni protesta.

Probablemente quien mejor ha retratado este hecho es el poeta y escritor Federico Barreto, quien escribió: "No se oyó ni una sola exclamación, ni el grito más insignificante. Sellados todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos. Y en medio de aquel silencio extraño y enorme que confundía, impregnaba asombro y causaba admiración, la bandera levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquel océano de cabezas descubiertas.

"Pasó la bandera y detrás de ella, como enorme escolta, avanzó el pueblo entero y aquella procesión sin música ni exclamaciones, siempre en silencio, siempre majestuosa, recorrió imponiendo respeto y casi miedo, los jirones más céntricos de la ciudad cautiva".

Dice la tradición que los propios soldados chilenos se sintieron tan sobrecogidos ante esta demostración de amor a la patria que algunos se descubrieron al paso de la procesión.


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