jueves, 6 de noviembre de 2014

Piura

Tradiciones y Costumbres

Piura, tierra de insignes héroes y artistas. Según Bruno Revesz, "son múltiples las facetas de la identidad cultural popular y regional que se dan al escuchar y al cantar: conflictos emocionales, religiosidad popular, historia de sus pueblos, encanto de la naturaleza".

El estudioso Guido Vidal Donayre, en su libro La jarana es piurana, señala que, hacia fines del siglo XIX, en el medio rural piurano se escuchaban el tondero y los tristes, se cantaba el yaraví y las cumananas, y (al igual que en las demás regiones de la costa norte) se practicaba la marinera.

En la actualidad, el yaraví, el triste y la cumanana tienen muy pocos cultores, aunque los dos primeros todavía se interpretan en la sierra piurana (Ayabaca y Huancabamba), el tondero cuenta con algunos pueblos en la quebrada de Alto Morropón, y la marinera tiene en Sechura su mayor presencia: todas sus festividades importantes se celebran al compás de marineras, casi todas compuestas por sechuranos y ejecutadas por bandas sechuranas, muchas de ellas pertenecientes a clanes familiares que compiten entre sí. Otro lado de la personalidad piurana está presente en los "dichos". Por ejemplo, "estar en la luna de Paita", es decir embobado (como por la belleza del gran astro), complementado por "y en el sol de Colán" (aturdido por la fuerza de sus rayos), formando una curiosa expresión referente a las personas distraídas.

El tradicional valor de los piuranos halla eco en la frase: "A mí nadie me pisa el poncho", pronunciada no sólo para proclamar su hombría, sino como reto cuando tiran al suelo la mencionada prenda, poniéndose al posible contrincante.

Llama la atención el castellano castizo que hablan en Ayabaca, donde lo usual es decir "cobijas", en lugar de "frazadas". A cualquiera de sus pobladores que venga a Lima por primera vez se le escuchará murmurar: "Me encuentro montubio para andar por las calles".


Algarrobos, Cabras y "Piajenos"

El algarrobo es la imagen vegetal del departamento, no sólo por su abundancia, sino por sus virtudes. Pareciera que el espíritu piurano se ha confundido y mezclado con éste árbol, que inunda todo el paisaje del departamento de Piura.

Apenas el viajero o visitante llega a Piura lo primero que ve es la figura verde y notable del algarrobo que, según la mayoría de los piuranos, debería figurar en el escudo de la ciudad.

El algarrobo (Prosopis pallida) vive en Piura desde tiempos inmemoriales. Y allí ha encontrado su hábitat perfecto porque no se conoce otra zona agraria del Perú donde este árbol crezca tan hermoso y puro.




El algarrobo se encuentra en todas partes. Hasta en la comida y en la bebida del piurano. Llena todo el ámbito. Crece en el desierto, en medio del arenal sediento, desafiando la inclemencia del sol y sobreviviendo de la humedad subterránea. Bordea las orillas de los ríos y de las lagunas. Puebla las haciendas y las "inviernas". Forma los bosques. Ofrece su sombra, su madera, sus hojas, sus flores y sus frutos a los pobres y a los ricos, a los hombres y a los pacientes asnos y traviesas cabras.

El algarrobo da todo y sirve para todo. Brinda su sombra en horas de abundante sol y de calor, y en las noches ofrece sus troncos y sus copas para amparar al viajero del "sereno" y del frío, a los campesinos les regala su madera para que enciendan sus fogones (con un carbón de mayor duración y poder calorífico) para cocer sus alimentos y abrigarse por las noches, para fabricar los horcones de sus techos, los cercos que delimitan sus campos, así como gran parte de sus utensilios domésticos.

De su tronco se obtiene una madera negra y dura, que sirve para hacer las "niculas", bastones pequeños que jamás se rompen y que sirven a los arrieros para incitar la marcha de sus "piaras" de burros; sus hojas y sus flores regadas en la tierra forman "el puño", el mejor abono vegetal de Piura.

El algarrobo sobre todo obsequia su fruto o vaina, de color dorado, que no sólo sirve de pasto para los animales, sino que hervida y concentrada produce la famosa algarrobina, espesa y morena, base de los cócteles más agradables que se conocen en nuestro país, y cuya fama afrodisíaca ha traspasado las fronteras nacionales. Así el algarrobo es la bendición de Piura.




Al lado del árbol tutelar se dibuja la figura del "piajeno" (burro o asno), la movilidad del pobre. Mientras los ricos se movilizan en sus autos, los campesinos piuranos siguen venciendo distancias sobre el lomo paciente de sus "piajenos".

El burrito es el símbolo de la lentitud de ciertos pueblos, pero también de la modestia y humildad de los campesinos piuranos; el asno comparte con su dueño todas las amarguras de la sequía y de la pobreza, y es partícipe de la época de la abundancia y de jolgorio. En la puerta de cada choza piurana se recorta la figura del asno masticando su algarrobo o su "sudán".




Al lado del algarrobo y del "piajeno" está la cabra, hasta hace pocos años la señora del campo, que daba su carne y su leche en abundancia; aún hoy la mayoría del pueblo piurano bebe leche de cabra. La leche de cabra sirve también para fabricar los famosos "quesillos", blancos y frescos, que con miel de chancaca forman un plato digno de los mejores paladares del mundo. La leche de cabra es la base de las famosas "natillas", típico dulce piurano.

Las cabras que abundan en los campos son las que proporcionan la carne para el famoso "seco de cabrito con tamales". Los cabritos tienen que ser muy tiernos, apenas de dos meses, para ser sacrificados.


El Tondero

El tondero es muy expresivo, de ritmos muy alegres, vivaz y atrevido. En el desenvolvimiento del baile se figura el rodeo que el gallo hace a la gallina, la persigue hasta que llega a cogerla por el cuello. Es por eso que cuando se baila en Morropón, es frecuente escuchar:

¡Dále, toma, entra,
cógela y muérdele el cuello
toma, echa, así!

En toda la costa del departamento de Piura se baila el tondero, pero en cada provincia, pueblo o distrito se baila con diferente modalidad. El tondero de Morropón es lento, rítmico y cadencioso, con pausas intermedias. Tiene que ser interpretado con guitarra, cajón y el complemento orquestal de latas y quijadas de burro.




La mujer contonea las caderas, levantando discretamente su falda con la mano izquierda apoyada en la cadera, sin separarla de ésta durante todo el baile, salvo en la "fuga" o "zapateo", cuando usa las dos manos para alzar el ruedo de su falda, cuidando de no exagerar sus movimientos.

El hombre, siempre listo para poder coger o "carear" a la mujer, baila siempre sin dejar de mirarla y moviendo el pañuelo de arriba a abajo, como limpiando el suelo por donde ella va a pasar; con el sombrero hace un ademán de echarle aire, siempre pegándose a la pareja en actitud de careo insinuante.

Ritmo rápido y contagiante es el del tondero, mucho más que el de la marinera norteña, que muchos creen que es igual. La característica principal del bailarín de tondero es que él baila siempre inclinado hacia su pareja, buscándole el cuello y la cara; lo que es muy diferente de la marinera pues en ésta el varón baila siempre erguido.

El tondero de Catacaos es muy alegre y "trotón", es decir, el hombre trata de imitar el trote del caballo, y es siempre tocado por bandas. La "chola" se muestra más activa en su baile y es más recatada en sus movimientos.


Ferias y Fiestas

Como todos los pueblos de nuestra costa, el piurano es "fiestero" y alegre, y enciende las luces de su devoción y de sus fiestas en torno a santos, vírgenes, cruces y fechas religiosas.

Las fiestas religiosas se han convertido con el tiempo en ferias y en mercados, en los cuales no sólo brillan las llamas de las velas rituales sino también el deslumbrante metal de las monedas.

En el departamento de Piura, estas fiestas se han repartido por provincias y regiones. Las más importantes son: la Semana Santa de Catacaos, la Feria Internacional de Reyes y la fiesta del Señor de Chocán en Sullana, la de Nuestra Señora de las Mercedes en Paita, la de la Virgen del Carmen en Huancabamba, y la del Señor Cautivo en Ayabaca.





La Feria de Reyes

Aunque hasta hace algunos lustros esta festividad estaba relacionada a la ciudad de Sullana, capital de la provincia de Sullana, con el tiempo ha alcanzado una dimensión internacional, para convertirse en una feria de transacciones comerciales millonarias, efectuadas entre peruanos, ecuatorianos y colombianos.

Se calcula que durante los días que dura la feria (entre el 1 y el 12 de enero), Sullana, que regularmente cuenta con una población de 70 mil habitantes, tiene que albergar a cerca de 30 mil visitantes, de los cuales más del 50 % son ecuatorianos y colombianos, a quienes se otorga permisos especiales de ingreso al país durante esta fiesta, liberando de impuestos las mercaderías que traen, con lo que se consigue que los visitantes obtengan millonarias ganancias y a la vez adquieran mercaderías sumamente baratas.

Aparte de los bailes, lo que despierta más entusiasmo es el campo ferial del estadio municipal, que concentra a todos los comerciantes que acuden a Sullana y donde se ofertan mercaderías del país y del Ecuador, gozando del favor del público los tallados de "tagua" o marfil vegetal, sobre todo los juegos de ajedrez.

El pueblo se divierte y baila en el campo ferial, pero donde acude con mayor alegría es al parque principal, donde las "retretas" llenan de alegría las noches de Sullana.

Sus peleas de gallos son las más famosas y concurridas del Perú. Se juega durante una semana, mañana, tarde y noche, y los galleros peruanos y ecuatorianos pactan peleas de muchos miles de soles y sucres. Todas son jugadas de a pico; en Piura no se juegan gallos de navaja.


La Semana Santa en Catacaos

Durante siete días, impresionantes manifestaciones de fe y devoción llenan las calles y los corazones de los piuranos. La celebración se inicia con la procesión del Señor Triunfante, el Domingo de Ramos, cuando la imagen es conducida sobre una pollina blanca.

El día lunes desfila primero el Señor Cautivo, luego, San Juan y la Dolorosa. El día martes salen las mismas efigies. El miércoles el orden es Cristo de pie y luego Cristo de hinojos, llevándose a cabo la ceremonia llamada "el despedimiento", que consiste en el encuentro de la imagen del Cristo arrodillado con los demás santos.

El Jueves Santo no sale la procesión, que el día anterior ha retornado al templo. En esta ocasión se nombra al "depositario", a quien se hace entrega de la "llave de oro", condición que le obliga a ofrecer el "banquete de los siete potajes" a las autoridades, sociedades, cofradías y asistentes a la misa. Se calcula que a este banquete asisten por lo menos mil personas.

Las ceremonias del Viernes Santo se realizan con la asistencia de todas las autoridades, que después pasan a la casa del "doliente", quien ofrece un banquete a base de pescados y mariscos. Terminado el almuerzo viene el Sermón de las Tres Horas, siguen las ceremonias ante el Santo Sepulcro, adonde el "doliente" va vestido de luto por la muerte del Señor. Se calcula que este día la concurrencia alcanza la cifra de cuarenta mil devotos.




El Sábado de Gloria se realizan los bailes sociales y repican las campanas. El Domingo de Pascua, a las cuatro de la mañana, se llena el templo y la procesión recorre el pueblo todo el día. Aquí se lleva a cabo la ceremonia del "encuentro" entre San Juan y las Tres Marías ante el Sepulcro de Cristo. Todo termina en la casa del procurador de cada cofradía, donde se realiza la fiesta final, a la que deben acudir los miembros de cada cofradía con sus respectivas esposas.


La Fiesta de las Mercedes

Paita se llena de gente y viste de gala todos los años del 22 al 24 de setiembre, cuando se celebra en el puerto la fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes, "Gran Mariscala y Patrona de las Armas del Perú".

Una semana antes del día central, que es el 24, se llevan a cabo en el templo principal novenas y rezos, con una extraordinaria asistencia de paiteños y piuranos, en preparación para la gran procesión de la Virgen, con la concurrencia de miles de personas de todas las condiciones sociales, predominando los pescadores y trabajadores del puerto.




Las fiestas familiares, de almuerzos y "comilonas", se ponen a la orden del día, y las paiteñas que llevan el nombre de la Virgen, las "Meches", son celebradas y festejadas por sus amigos y familiares. En los restaurantes y puestos de ventas, vivanderas y chicherías, los más variados pescados y mariscos figuran en los prolongados banquetes, santiguados con chicha, cerveza y anisado. Los "cebiches" de Paita son los más solicitados. Paita es el único pueblo del Perú donde el "cebiche" se come con "galletas de agua", que reemplazan a los tradicionales camotes, las yucas o el choclo sancochado.


El Señor Cautivo de Ayabaca

No bien termina la festividad de la Virgen de las Mercedes, muchos peregrinos salen rumbo a Ayabaca (capital de Ayabaca) para honrar al Señor Cautivo, en la más antigua devoción religiosa del departamento, que se remonta a más de 200 años atrás.




La celebración se inicia el día 3 de octubre con el popular paseo del estandarte del Señor Cautivo. La primera salida es el 12, acompañado de la Virgen del Pilar.

Pocos días antes de la fecha central, el 13, columnas de vehículos motorizados, caballería y peatones trepan por los cerros empinados de los Andes piuranos para llegar hasta los pies de la ensangrentada imagen del Señor Cautivo a solicitar una gracia, un milagro, un favor. La impresionante efigie del Cristo moreno, con las manos atadas y cruzadas al pecho, vestido de púrpura y dorado, se ilumina con las luces de los cirios y las lámparas.

Hasta allí llegan fieles de todos los rincones del departamento y en cada pueblo de procedencia los peregrinos participan en una misa de despedida.

De Catacaos parten vestidos con sus características bandas bordadas; de Lima retornar los ayabaquinos residentes en la capital; también acuden ecuatorianos y colombianos cargados con sus mercaderías y golosinas. Ayabaca se convierte en un inmenso campo ferial que moviliza enormes capitales y toneladas de mercaderías.

Los grupos de peregrinos parten desde sus pueblos de origen en grupos de dos a doscientos integrantes, caminando durante varios días, durmiendo a la intemperie si es necesario, con tal de cumplir las promesas hechas por su devoción. Muchas veces se puede encontrar niños de corta edad marchando con estos grupos, pues esta costumbre está muy arraigada.

La devoción popular da lugar a escenas sobrecogedoras de penitentes que se dirigen al santuario portando cruces, caminando de rodillas o arrastrándose por el suelo. Ante la iglesia se forman largas colas y la seguridad exterior e interior está a cargo de las hermandades, la policía y una veintena de "ronderos", conocidos como "servidores", portando un látigo.

En esta fiesta hacen su agosto los comerciantes de telas y dulces y los fabricantes de los famosos jamones ayabaquinos, valorados como un potaje sin par, hasta el punto de que muchos gastrónomos los consideran superiores a los jamones ingleses.

Por las calles de Ayabaca se venden las famosas "panelas", los sabrosos "bocadillos", las blancas y espumosas "calaveras" y los suaves y oscuros "rallados", dulces hechos a base de "chancaca" y maní, que los visitantes compran por cantidades.


Día de los Difuntos

El homenaje a los muertos se inicia desde el atardecer del 1 de noviembre con la coronación de los "angelitos" y se prolonga casi durante 24 horas.

Por la noche, la costumbre de las "velaciones" convierte los cementerios de Piura, Catacaos, La Unión, Sechura y otros, en ciudades llenas de luces, por las innumerables velas encendidas. Las familias se reúnen en torno a las tumbas de sus "finaditos" con comidas y bebidas (sobre todo las que le gustaban al muerto), e incluso con guitarras.

Son también tradicionales en esta fecha las llamadas "roscas de muerto", grandes panes dulces.


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