Costumbres Ancestrales
Antiguas costumbres relacionadas con el trabajo de la comunidad se encuentran aún muy vivas en Paso. Por ejemplo, la fiesta de marcación del ganado (conocida también como la fiesta de Santiago), común en muchas zonas andinas, se realiza el último domingo de carnavales, al son de los tradicionales instrumentos de tinya, cuernos y pitos; pero las celebraciones continúan hasta el "Viernes de Ceniza", en el que se entierran las pequeñas porciones que se han cortado de las orejas de los animales al marcarlos.
La chicha y el aguardiente, así como la coca, exaltan en los campesinos los sentimientos de unión con la pachamama, a la que agradecen por haber cuidado de sus animales.
Otra de las tareas y fiestas comunales es la construcción de la casa, en la cual todos participan, grandes y chicos. Los varones llevan palos, pajas, coca y aguardiente, y las mujeres contribuyen con papas, cebollas, yerbas, sal, leña y chicha, para compartir y reparar fuerzas.
Al terminar la construcción se inicia la fiesta o wapi-urpu, nombrando padrinos para la casa, cuya primera misión consiste en armar dos muñecos que representen a los dueños de la casa y pasearlos por todo el pueblo, al son de arpas y violines. Los festejos duran una semana completa, al cabo de la cual padrinos y dueños de la casa agasajan, agradecidos, a todas las personas que cooperaron en la obra.
Son universales los relatos de espíritus y apariciones misteriosas. Entre los mineros de Cerro de Pasco existe la creencia de que ninguna mujer puede entrar en una mina porque trae desgracia, es decir, accidentes fatales. Existen dos versiones de esta leyenda. Según una de ellas, todo lo que se halle bajo la superficie de la tierra pertenece al demonio, y por eso la mujer, que parece un espejo de la Virgen María es violentamente rechazada; según la otra versión, el espíritu de la mina es femenino, y al entrar una mujer mujer a la mina ésta sufre de celos, por lo que se venga de los mineros que "la han traicionado".
En el pueblo de Huaylasjirca se dice que, al dar la medianoche, los diablos salen a bailar en el arco de la torre de la iglesia, razón por la que los habitantes se cuidan de no transitar por allí a esas horas. Se asegura que también deambulan por la plaza de armas, y que si algún transeúnte tropieza y cae cuando ellos están allí, inevitablemente enfermará y morirá.
En las fiestas patronales y de aniversarios cívicos se acostumbra a celebrar, sobre todo en Oxapampa, el llamado "torneo de cintas a caballo". Grupos de jóvenes demuestran sus habilidades ecuestres ensartando al galope las cintas que para el efecto cuelgan de un travesaño con una pequeña argolla al extremo. Cabe mencionar que las cintas son donadas por las muchachas de la localidad y vienen pintadas o bordadas con hermosos motivos.
Entre las danzas más gustadas se encuentran las de "Los Viejos" y "Los Capitanes", organizadas por los "mayordomos" que desean dar mayor realce a sus fiestas patronales; así como las intensas "mulizas", que hacen vibrar a los cerreños en cualquier ocasión en que las escuchen.
El Minero
Sin la notoria resistencia del minero cerreño, sin duda no hubiera sido posible la explotación minera de la zona. Sin su fuerza de voluntad y sus nervios de acero, no se habría levantado una ciudad, ni mucho menos una industria minera de la magnitud que actualmente muestra.
Los mineros peruanos, esos hombres al parecer insignificantes, de baja estatura y rostros cobrizos, son valientes y osados, y físicamente están dotados de un corazón y caja torácica más grandes de lo normal, que lo adaptan completamente a su medio otorgándole admirable resistencia a la altura, así como al trabajo pesado; cualidades que han sido comprobadas científicamente por diversos investigadores, entre los cuales destaca el médico peruano Carlos Monge con su obra Estudios fisiológicos sobre el hombre de los Andes (1928).
El minero peruano ha demostrado durante siglos una gran capacidad de asimilación, seguida con atención por los científicos de todo el mundo, y ha sido considerado por la OIT uno de los mejores trabajadores del mundo, y también el que labora en las condiciones más duras.
Sin embargo, sus excepcionales condiciones físicas y humanas no han sido siempre reconocidas y valoradas. Durante el virreinato, por ejemplo, la codicia de los conquistadores sometió a esta raza a los más deplorables abusos, con perjuicio de millares de vidas.
La organización social y política virreinal estableció una sistema de sobreexplotación, tanto de los recursos mineros como de los trabajadores; el sistema de "obrajes" castigó a la población indígena asignándole trabajos forzados y gratuitos, que la redujeron prácticamente a un estado de esclavitud.
Hubo quienes defendieron los derechos de los indígenas, como el notable religioso Bartolomé de las Casas. Pero a pesar de todos estos esfuerzos y de que se dictaron normas para evitar y corregir los abusos, los indios continuaron a merced de un sistema feudal despiadado, cuyos agentes ni siquiera permitían que saliesen del interior de los socavones por temor a que huyesen o a que fuesen reclutados por otros mineros.
Esto causó una altísima mortalidad entre los trabajadores, ya sea por las emanaciones tóxicas de los socavones o por los derrumbes de los mismos.
Tras la independencia no se consiguió tampoco una gran mejora en las condiciones del minero, al menos en un principio. A partir de la segunda mitad de este siglo las grandes empresas mineras han cambiado su tratamiento hacia el trabajador minero. En la actualidad éste recibe altos salarios, goza de la mayor parte de los servicios básicos en sus campamentos y ciudades, y sus hijos cuentan con colegios gratuitos.
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