miércoles, 22 de octubre de 2014

Lambayeque

El Lundu y el Tondero

Lambayeque fue uno de los departamentos más poblados de esclavos negros traídos especialmente para dedicarse a las faenas agrícolas (siembra de caña de azúcar, algodón, vid, olivo, tabaco, etc.) y la zona de Saña fue una de las de mayor densidad en este tema.

Los esclavos negros trajeron no solamente su lengua, sino además numerosos cantos y danzas, que interpretaban en las famosas fiestas nocturnas de Saña.

Según investigaciones y ensayos de Nicomedes Santa  Cruz, una de estas danzas fue el llamado “lundu” por la región del África de donde provenía, es decir, Luanda (Capital de Angola). Y de modo similar a como al bailarín de cumbia o guaracha se le llama “cumbiambero” o “guarachero” respectivamente, es probable que la bailarín de “lundu” se le haya llamado “lundero”, como en los estribillos de la canción “Saña”.



Al lundero le da,
al lundero le da,
al lundero le da, ¡saña!
Al lundero le da…


Por las descripciones de este baile que se han conservado, se sabe que era un cruda representación del acto sexual que escandalizo al clero, motivando los constantes anuncios de castigos divinos por esta “danza maldita”.

En la época de la inundación la danza ya se había amestizado y “folklorizado”, siendo conocida con el nombre de la ciudad: “saña”. Pero aunque había perdido buena parte de su carácter sexual, seguía causando escándalo en el seno de la iglesia, pues los estribillos incluían a ritos y santos, en son de burla.

Tras el abandono de la ciudad, desapareció la “saña” y en su lugar apareció el “tondero”, probable corrupción del término “lundero”. El tondero conserva la estructura de tres secciones de la saña: glosa, canto y fuga, estando las secciones primera y última en el melancólico modo menor.

La coreografía conserva la intención de acercamiento erótico del primitivo “lundu”, y las letras se han convertido en pícaras alusiones sobre temas y situaciones amorosos.

En la actualidad, diversas ciudades norteñas (Trujillo, Chiclayo, Lambayeque y Piura) se disputan el ser la cuna del tondero.





El Caballo de Paso Peruano


Típica estampa de los campos norteños la constituye el chalán montado en su caballo de paso, cuya fama ha traspasado las fronteras peruanas y se ha extendido al mundo.


En efecto, expertos en diversas razas equinas, provenientes de Centroamérica, Bolivia, Colombia, Ecuador, Argentina y Estados Unidos, aprecian mucho el gracioso andar de estos animales que, así transiten por el peor de los terrenos, no sacuden ni estremecen al jinete, que viaja cómoda y suavemente.





El andar del caballo de paso peruano se originó por la necesidad de efectuar largas marchas por los arenales norteños transportando jinetes y cargas pesadas. Normalmente los caballos caminan adelantando una pata delantera y la pata trasera opuesta; en cambio, el caballo de paso peruano levanta las dos patas de un mismo lado, en un paso menudo que recuerda el gateo de un pequeño. Es este “gateo” lo que le permite ahorrar fuerzas, desplazándose cómoda y velozmente por el desierto.


El caballo de paso peruano no camina más que al paso y, gracias a su “gateo” propio, está siempre bien apoyado y en contacto con la tierra, lo que le permite una gran estabilidad y seguridad en los más difíciles terrenos.


Este peculiar tipo de marcha modeló la estampa del caballo de paso: pelaje clareado por el intenso sol, cuerpo largo, cuello vigoroso y ancas bajas, puesto que no hace fuerza con las patas posteriores hacia atrás. Característica suya es también el llevar la cabeza ligeramente ladeada, para hacerles frente al viento y la arena.






La asociación de criadores y propietarios de caballos de paso peruano ha obtenido un tipo seleccionado “standard” para preservar las principales características de este noble caballo, no sujeto al imperativo de viajar por el desierto.


El Curanderismo


Lambayeque ha sido el centro principal del curanderismo y la magia del antiguo Perú. Las evidencias más antiguas de estos ritos se encuentran en los restos de cerámica. Existen ceramios Moche describiendo escenas de curaciones mágicas e incluso representaciones del cacto conocido como "San Pedro", con el que se prepara una bebida alucinógena de gran importancia ritual.

El curanderismo aún se mantiene muy vigente entre otras razones por las generalmente malas condiciones higiénicas que propician la aparición de enfermedades y la escasez de asistencia médica apropiada (que genera la necesidad de que alguien se ocupe de curar).




Las Chicherías



La chichería, norteña combinación de club social del barrio, encomendería y fonda, se anuncia luciendo su típico "estandarte": una servilleta blanca amarrada a la punta de una caña, en uno de cuyos extremos se mecen una hoja de lechuga y un ají amarillo.

La chichería es una institución que aún subsiste, si bien lánguidamente, en los barrios aledaños de las ciudades y en los pequeños pueblos vecinos. Desprovista de lujos, por lo general su mobiliario consta de unas toscas bancas y mesas de madera y varios “mulos” de chicha de diversa calidad, y está animada por su dueña, experta preparadora de "piqueos".


El mediodía y las seis de la tarde son las horas de mayor reunión y algarabía, con gente de paso que llega a comer y refrescarse con chicha, comensales atraídos por la buena sazón de la casa y jaranistas que siempre encuentran un buen pretexto para acudir al lugar.


A pesar de su modesta apariencia, muchas chicherías se han hecho famosas, e incluso sus nombres aparecen en letras de canciones. Las más reputadas se ubican en los poblados de Ferreñafe, Reque, Monsefú y Santa Rosa, que ofrecen una verdadera  gama de chichas (hasta 40 sabores distintos). Porque la chicha no es una sola de calidad única. La primera diferencia la da quien  la hace, confiriéndole su sello personal. La segunda la da el tiempo de añejamiento, y la tercera  la determina la calidad de los ingredientes, pues una buena chicha resulta de usar jora de primera clase, agua y la mejor chancaca  o miel.






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